Por Erasmo
López Avila, periodista.
Jueves 07 de noviembre de 2019
Hoy, cumplidos
ya más de 20 días del inicio de la crisis política, social y económica en
Chile, pareciera saludable hacer una pausa reflexiva para ver qué está pasando,
especialmente con un sector de la sociedad chilena que es importante considerar
en la evolución de esta crisis: los grandes grupos económicos que controlan y
son dueños del país.
Habría que
comenzar diciendo que en esta coyuntura habría que distinguir, a lo menos, la
existencia de dos tipos de conductas en los grupos económicos:
a) los que han mantenido un
oscuro silencio y que están esperando pasar el chaparrón que está cuestionando
al modelo económico ultra neoliberal que nos dejó como herencia la dictadura de
Pinochet, que hizo suya la doctrina ultra capitalista que trajeron de Estados Unidos
los Chicago Boys; y
b)
Lamentablemente
para ellos (y también para la sociedad chilena), Piñera sigue porfiando con una
agenda social insuficiente, mañosa, mentirosa e inhumana, que disfraza con
bondades que no tiene a un modelo económico ultra neoliberal cargado de abusos,
que el 80 % de los chilenos ya no resiste un día más, según revelan variadas
encuestas.
La resistencia
a este modelo se manifiesta con la simple frase que dice: “Chile despertó”. Y
se podría agregar que despertó con indignación, con afanes de justicia y con
una irrevocable esperanza, ingredientes todos que han puesto a la gente en la
calle en una inédita movilización social.
Cabe
preguntarse por qué la movilización social tan masiva, tan legítima y amplia
(de la periferia al barrio alto), ha estado acompañada por tantos hechos de
violencia. Es bueno hacerse la pregunta y tratar de encontrar respuestas.
Seguramente serán muchas y varias muy válidas. Pero hay una que parece ser muy
esclarecedora.
Un académico
aportó una interesante opinión, basado en dos datos que entregó: “En nuestro
país -dijo-, hay 100 mil niños menores de 16 años fuera del sistema escolar y
hay 600 mil jóvenes ninis (que no estudian ni trabajan), menores de 25 años,
que también están fuera del sistema”.
Y se preguntó
a si mismo: “¿Qué posibilidad hay de tener de parte de ellos una conducta
racional y solidaria, si son víctimas de una violencia institucionalizada en la
que la sociedad los tiene al margen, abandonados y sin esperanzas?”.
A partir de lo
anterior, también cabe preguntarse,
¿cuántos de estos 100 mil niños y 600 mil jóvenes “ninis” hoy son
soldados del narcotráfico y están participando en saqueos y destrucciones,
manteniendo ocupada a la policía, que ha dejado el campo libre a la actividad
de la droga y la delincuencia habitual?
Es un hecho
objetivo que la porfía y estupidez de Piñera, un ególatra y narcisista con sospechosos
altos grados de patología, serán las causas de que esta crisis continúe por
muchos días, semanas y meses más, hasta que sean sus propios sostenedores, el
gran capital, los que decidan que deba irse o terminen ordenándole que acepte
cambios profundos.
Luego el gran
capital intentará negociar la instalación de un nuevo escenario de desarrollo
político, económico y social, distinto del que sustenta, promueve y ampara el
actual modelo neoliberal.
El gran
capital lo hará, pero no porque sean filántropos ni porque se hayan convertido
en solidarios de la noche a la mañana. Lo harán para no perder todo el paraíso
en el que han vivido por décadas defendiendo el modelo.
Y allí se verá
si las organizaciones sociales y el mundo político (un mal necesario pero
imprescindible), serán capaces de correr las fronteras más allá de lo posible
para conseguir, por fin, un Chile distinto.
Un Chile
verdaderamente distinto del legó la dictadura y que tan bien y tan mañosamente
han administrado por 30 años los herederos y cómplices de Pinochet, con la
inexcusable colaboración de los conductores de los Gobiernos de la Concertación
y la Nueva Mayoría, y con el aplauso sostenido de los grandes grupos
económicos.