Los
profesores de la Escuela de Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez entregan
este Decálogo para el Buen Reporteo.
DECÁLOGO PARA UN BUEN REPORTEO EN ESTOS DÍAS
Como formadores de periodistas
observamos con particular atención lo que ocurre por estos días a nivel de
cobertura mediática. Entendiendo que la información es ante todo un derecho
social, más aún en estas horas, y que somos los profesionales de la
comunicación los principales encargados de hacer valer este derecho ante la
sociedad, dado nuestro papel fundamental para la existencia de un sistema
democrático funcional y respetuoso de los derechos humanos, queremos compartir
algunas ideas respecto al ejercicio periodístico informativo en este tipo de
jornadas noticiosas. En estas situaciones los medios juegan un papel
fundamental en la divulgación de creencias sobre por qué ocurren estos hechos.
Una función básica es recontextualizar y disminuir la incertidumbre por lo que
la entrega de información no debe ser solo una sucesión de hechos y polémicas
entre antagonistas.
Los ciudadanos se expresan y participan
hoy en la esfera pública a través de los medios de comunicación y de diversas
plataformas digitales. En este contexto, un periodista se enfrenta más que
nunca al desafío de filtrar, contextualizar y hacer visible la diversidad de
estas formas de expresión y participación. Esto conlleva incorporar y
contrastar estas visiones con diversas fuentes, incluyendo la evidencia de
estudios e investigaciones que desde la academia se están produciendo y
circulando activamente. De esta forma, los periodistas y los medios de
comunicación podrán contribuir a la calidad del debate público.
1. Lo más importante en una cobertura
son las personas, por sobre los bienes materiales, en particular, sus vidas,
integridad, dignidad y el respeto a sus derechos humanos. Esto implica
concentrar los principales esfuerzos de reporteo en narrar lo que ha ocurrido
con los muertos y heridos. Si se trabaja directamente con víctimas o afectados,
el respeto por la fuente y el distanciamiento de cualquier tipo de
sensacionalismo es primordial.
2. Los periodistas representan a la
sociedad al reportear en este tipo de jornadas, no a los gobiernos ni a grupos
particulares de esta. Por tanto, deben formular las preguntas que las personas
se hacen, incluyendo aquellas que puedan ser incómodas para el poder.
3. Los periodistas en terreno tienen
mejor información de lo que ocurre en el lugar de los hechos. Y los editores, de
la visión general. Ambas perspectivas deben complementarse. En consecuencia, el
editor no puede censurar ni tergiversar lo que despacha el periodista, ni
imponerle su visión, sino que orientarlo y proporcionarle el marco general.
4. Nada reemplaza la visión del
periodista en terreno. Por tanto, este debe informar con profesionalismo y
respeto a los criterios éticos, independientemente de sus convicciones y
creencias personales.
5. No porque algo lo diga una autoridad
es necesariamente cierto, exacto y completo. Todo debe chequearse, aunque lo
diga una autoridad. Es deber del periodista hacerlo. Lo mismo ocurre con otras
fuentes. Por ejemplo, no es infrecuente que los testigos magnifiquen o adornen su versión de los hechos para darles
más espectacularidad o presentarlos según sus creencias. La información debiera
ser difundida sólo cuando se ha corroborado con fuentes fehacientes.
6. Lo que le ocurre al periodista no es
noticia, salvo que sea extraordinario. Lo importante es lo que le pasa a las
personas y a la sociedad. Y si por momentos no ocurre nada nuevo, no se debe
forzar el flujo informativo, sino que aprovechar esos espacios para analizar y
recapitular.
7. Al reportear nunca debe olvidarse que
se está tratando con personas y que estas tienen sentimientos, dolores y
emociones, especialmente en jornadas como esta. El periodista debe estar atento
y realmente escuchar a su fuente y darle tiempo a expresarse, sin atiborrarlo a
preguntas. El periodista tampoco debe olvidar su propia humanidad, por lo que
la preparación física, psicológica y a nivel de contenidos, así como el
autocuidado durante y después de este tipo de coberturas, son fundamentales.
8. Tenga en consideración que, como
refleja la experiencia en dictadura y en democracia, en múltiples casos de
violaciones a los derechos humanos, protestas, así como abusos, las víctimas
suelen contar versiones fidedignas de lo ocurrido. Además, esté atento a si las
huellas emocionales, físicas y el contexto corroboran lo que las víctimas
indican.
9. Lo urgente no debe dejar atrás lo
importante. El desafío de la rapidez, lógico en los medios, debe ser
consistente con la necesidad mucho más importante de informar verazmente. A
veces es mejor llegar segundo, pero bien.
10. Los periodistas que despachan en
directo desde donde ocurren los hechos, deben ser cuidadosos y precisos en el
uso del lenguaje para informar bien a la sociedad. Por ejemplo, un error que
hemos visto y escuchado con frecuencia en estos días es la expresión “los
carabineros debieron usar gases lacrimógenos”. No, no es así: “no debieron”;
simplemente “los usaron”. El trabajo en vivo - sea para radio, televisión o
algún streaming en sitios de Internet o redes sociales online -
implica un riesgo en el sentido de que no existe la posibilidad de edición a
posteriori. Por lo mismo es que se debe actuar con cautela, sin dejarse llevar
por la emocionalidad del momento y, en lo posible, teniendo previstos los
escenarios posibles y las reacciones frente a ellos.
Suscriben los siguientes profesores de
la Escuela de Comunicaciones y Periodismo, Universidad Adolfo Ibáñez:
Luis Santana
Karen Trajtemberg
Felipe Valdivieso
Valentina Justiniano
Loreto Palominos
Fabiana Rodríguez-Pastene
Carmina Rodríguez
Sebastián Alaniz
María del Carmen Aninat
Arturo Arriagada
René Celedón
Max Colodro
Manuel Délano
Ernesto Escobar
Carlos Franco
Bárbara Fuentes
Juan Pablo Herrero
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