José Luis Córdova (periodista, desde Sevilla, España)
“¡Vamos, Chile, carajo! “¡Chile no se rinde carajo!”, ambos gritos históricos de la década de los 70 del siglo pasado volvieron a resonar en numerosas calles de importantes ciudades del mundo en solidaridad con la lucha del pueblo chileno contra el gobierno de Sebastián Piñera.
Las poderosas manifestaciones populares de las últimas semanas concitaron el apoyo internacional y el repudio al estado de excepción, el toque de queda y la represión desatada por la administración derechista en un país calificado como “un paraíso” por el neoliberalismo globalizado.
La desmedida e inconsulta alza en la tarifa del (Metro),ferrocarril metropolitano de Santiago, asi como las de la luz, el agua, las bajas pensiones, las graves insuficiencias en la atención de salud y de la educación pública, los abusos y la corrupción rebasaron la paciencia de la gente que salió a las calles desde Arica hasta Punta Arenas.
La repulsa internacional no se hizo esperar. Los 19 muertos registrados hasta ahora, más de 2.500 detenidos, centenares de heridos y lesionados, la aplicación de torturas y maltratos despertaron la conciencia de países como Argentina, Venezuela, Francia, Alemania, España, Bélgica, Holanda, Suecia y otros.
Un centenar de artistas a intelecturales desde Francia hicieron llegar su protesta al gobierno chileno, así también personalidades como el juez Baltazar Garzón y el ex asesor del Presidente Salvador Allende, Joan Garcés. La Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU (la ex presidenta chilena) Michelle Bachelet, anunció el envío de una misión de investigación y estudios al país para analizar la situación en terreno.
Las graves tensiones y enfrentamientos entre civiles y uniformados hacen peligrar la próxima reunión de APEC en noviembre en Chile, donde deben participar los presidentes de los principales países del mundo, así como la COP 11, por el cambio climático con importante presencia internacional.
Los militares en las calles aparecen nuevamente contra la incipiente democracia que se abría paso en Chile desde 1988, tras el plebiscito que desplazó a Pinochet, pero mantuvo su Constitución Política y el modelo económico y socio-político neoliberal. La reacción de Piñera pasó desde declarar la guerra al pueblo movilizado a pedir perdón y después ofrecer una serie de medidas paliativas que, por lo demás, deben traducirse en proyecto de ley para debatirlos en el Congreso, donde no tiene mayoría. La gente en la calle parece dispuesta a decir la última palabra.