Por
Erasmo López, directivo del Consejo Metropolitano del Colegio de Periodistas.
No
puedo permanecer ajeno a lo que esta ocurriendo en nuestro país por estos días
y les pido a ustedes que me permitan que les haga llegar mi opinión al
respecto.
No
es fácil aventurar una opinión certera por cuanto la dinámica y magnitud de los
hechos que estamos viendo tienen una velocidad inusitada, que obliga a ser
cauto al emitir cualquier reflexión.
Lo
que sí se puede hacer es intentar hacer un registro global de lo que ocurre,
para partir desde un punto clave y común, que comience a explicar el fenómeno.
Y
ese punto clave y común es admitir y asumir que Chile está siendo escenario de
lo que en sociología, política e historia se conoce como un “estallido social”.
¿Cómo
se manifiesta un estallido social?
Tal
como lo estamos viendo desde este viernes en Santiago y que se está extendiendo
al resto del país. Los estallidos sociales son masivos, violentos, espontáneos,
extendidos, dramáticos, inorgánicos, febriles, palpitantes, indignados,
estremecedores.
Todas
estas manifestaciones que caracterizan un estallido social están presentes aquí
y ahora en Chile.
¿Por
qué se producen los estallidos sociales?
Las
causas pueden ser muchas y variadas, pero por lo general son aquellas que
afectan principal, directa, cruel y permanentemente la vida de las personas o
los pueblos; cuando se les conculcan y vulneran sus derechos y libertades; y
cuando se les limitan sus esperanzas, aspiraciones e ilusiones.
Todas
estas causas que provocan los estallidos sociales están presentes aquí y ahora
en Chile.
¿Qué
consecuencias generan los estallidos sociales?
Las
consecuencias pueden ser de dos tipos: de corto alcance y de largo plazo.
Las
de corto alcancen tiene que ver con incertidumbres, temores, tragedias,
vaivenes inexplicables, giros políticos, enfrentamientos, decisiones erradas,
alteraciones económicas y de la vida cotidiana.
Las
de largo plazo tienen que ver con cambios desde moderados a profundos, que
marcan un antes y un después en la vida de los pueblos y las personas y que,
por lo general, implican que se modifican los límites en las relaciones
sociales, políticas, económicas.
¿Qué
va a ocurrir con este estallido social que estamos viviendo en Chile?
Aquí
radica la dificultad para anticipar qué podría ocurrir.
Primero,
este estallido social tiene menos de 48 horas; segundo, no responde a una
convocatoria de un partido o movimiento o clase social con estructura orgánica
y medios de comunicación, salvo las redes sociales; y tercero, ha tenido una
evolución vertiginosa, incontrolable e impredecible.
Hoy
se admite que este estallido social comenzó esta semana con lo que se ha
conocido como la “evasión masiva” de los estudiantes que rechazaron la reciente
alza en el valor de los pasajes del Metro.
(Un
paréntesis. Desde febrero de 2007 a la fecha se ha venido produciendo una
gigantesca “evasión masiva” en el Transantiago y nunca antes un Gobierno tomó
medidas tan exageradas, drásticas y erradas como las que ahora se han tomado).
La primera respuesta del actual Gobierno ante
la creciente extensión de esta “evasión masiva” fue meter a Carabineros en el
Metro y desatar una fuerte represión contra los estudiantes, los que, a su vez,
naturalmente, reaccionaron también con violencia y con la destrucción de
algunas instalaciones.
La
segunda respuesta del Gobierno, tan errada e irreflexiva como la anterior, fue
decretar la noche del viernes el Estado de Excepción para la Región
Metropolitana y, hace pocas horas, decretar lo mismo para las regiones de
Valparaíso y Bío Bío, a lo que se sumó la riesgosa herramienta represiva del
Toque de Queda.
Dicho
de otro modo, el Gobierno civil puso a millones de chilenos bajo la tutela y la
coacción de las Fuerzas Armadas, cuyo estilo de acción ya lo sufrimos durante
17 años.
Está
claro que el Gobierno ha tenido una sobrerreacción política de proporciones,
propia de un autoritarismo egocéntrico y de un desprecio colosal por las
personas y sus libertades.
¿Qué
opino, entonces, acerca de lo que está ocurriendo?
Simplemente
opino que este estallido social:
a)
calará hondo en nuestras vidas ciudadanas, a veces tan pasivas;
b)
abrirá espacios a la expresión cada vez más dura y violenta de la indignación
de las personas vulneradas por el sistema económico ultraliberal que campea en
Chile;
c)
obligará al Gobierno, a los partidos políticos y a los movimientos sociales a
cambiar su mirada de lo que son capaces de hacer grupos de personas
(estudiantes, pobladores, pensionados, trabajadores, cesantes, etc.) cuando
deciden superar la desidia, el miedo y la inacción; y
d)
tornará legitima e irreversible la reivindicación de lo que en derecho les
corresponde: salud, educación, previsión, vivienda, calidad de vida, medio
ambiente saludable, distribución de la riqueza, igualdad, recuperación de los
recursos naturales y tantas otras demandas.
En
lo inmediato, estoy seguro que este estallido social no se ha apagará este
domingo ni en los primeros días de la semana que viene.
Por
el contrario, este estallido social puede llegar a convertirse en un proceso
irrefrenable de protestas cada vez más masivas y poderosas en todo el país, tal
como las que se iniciaron en mayo de 1983 y que terminaron en octubre de 1988
con el histórico e inédito NO de la mayoría de los chilenos a la continuidad de
Pinochet y la dictadura.
Me
temo que el Gobierno seguirá cometiendo errores y seguirá intentando apagar el
fuego con bencina.
Sacar
a las Fuerzas Armadas a la calle para intentar sofocar el estallido social se
volverá como un búmeran contra el propio Gobierno, más aún si, tal como se
teme, balas disparadas por militares causaren la muerte de personas, ya sea en
el Toque de Queda o cuando intenten frenar una movilización ciudadana.
El
vil asesinato del joven mapuche Catrillanca en la región de la Araucanía se
originó porque el Gobierno puso fuerzas represivas a intentar controlar las
legítimas demandas de un pueblo originario que ama su tierra y que se mantiene
fiel a su cultura ancestral.
La
pregunta que habrá que hacerse desde este momento es:
¿Cuántos
Catrillancas habrá que lamentar en este estallido social que partió como una
“evasión masiva” en el Metro y que el Gobierno está convirtiendo torpemente en
un riesgoso escenario de militares en las calles para intentar sofocar a un
pueblo que decidió poner fin a los múltiples abusos de los poderosos, que
lucran al amparo del sistema económico ultraliberal?
Los
invito a reflexionar profundamente acerca de lo que está ocurriendo, porque creo
que se están viviendo días históricos que podrían estar abriendo, por fin, un
camino viable hacia un Chile auténticamente justo, inclusivo, solidario y de
todos.