No es bueno caricaturizar. Tampoco demonizar fenómenos consustanciales a la existencia, tanto humana como de otras especies. Inoficioso es exigir la erradicación de características fundamentales a toda organización, porque la realidad está hecha más de claroscuros que de cerradas noches o radiantes días.
Pero así como la idea polar no puede ser una aspiración, también es necesario reconocer que ciertos fenómenos que asumimos como no deseados pueden tomar múltiples facetas, habitar en múltiples locaciones.
Uno de ellos es la concentración, a propósito de la reciente –y aún no concluida- discusión sobre la elección popular de intendentes (o gobernador regional, como está aún en el texto legal). Porque, a fin de cuentas, lo que se busca con el cambio es más democracia a través de la redistribución del poder Político, en este caso. Un poder que no esté fundamentalmente afincado en un espacio territorial, cultural y económico específico (en nuestro caso en Santiago o, mejor dicho, en algunas de sus comunas) sino pueda desplegarse por toda la sociedad, como un bosque resiliente colmado de biodiversidad. Con colaboraciones y no imposiciones, diversidades y no uniformidades, paletas de colores más que con tapices monocromos.
Trascendiendo el debate sobre cómo y quién toma las decisiones que afectan al colectivo (debate tan eterno como el interés humano de vivir en sociedad), el discurso -y con ello las miradas y visiones- también puede ser sujeto de concentración. Con nosotros (los otros) como víctimas, porque aunque es relevante para su subsistencia la tendencia de toda organización a mantener lo esencial, esta motivación deja de ser anhelable cuando se instala sobre la exclusión, la concentración de poder y riqueza, la invisibilización de muchos.
Por eso la importancia del acuerdo marco suscrito el 5 de octubre en Santiago, en que como Colegio de Periodistas de Chile actuamos como anfitriones de 15 organizaciones latinoamericanas hermanadas en pos de diminuir los niveles de concentración mediática que afecta a nuestros países. Con reflexión, activismo, incidencia legislativa y trabajo conjunto constituimos la Alianza por la Diversidad y el Pluralismo en la Comunicación, con representantes de Uruguay, Colombia, Brasil, México, Guatemala, Paraguay, El Salvador, Costa Rica.
Una agenda que encaja en los objetivos que como colegio profesional nos hemos autoimpuesto desde hace ya algunos años. Dar cuenta de que un país democrático, justo y diverso se construye con todas las voces no solo con algunas. Que en los medios de comunicación de nuestros países efectivamente alojen nuestros hombres y mujeres, con sus visiones y realidades.
Es tal, también, una meta que cruza la discusión sobre la nueva institucionalidad de TVN. Cambiar esa estructura directiva tipo Monopoly (¡qué mejor dicho!) en que dos conglomerados políticos deciden qué podemos ver, cómo y cuándo, en una obra de teatro binominalizada producto de la transición pactada. Y más aún, hija de un sistema con trabas para que la multidimensionalidad del país tenga expresión política, con la amenaza constante de la fragmentación. Pero claro, la cooptación por parte del poder empresarial económico nunca asustó. Y ya vemos sus resultados.
Un canal público de verdad (que no necesariamente significa control exclusivamente estatal) se requiere, donde su directorio trascienda la lógica político partidaria y avance a una de verdadero reflejo de la diversidad de visiones. Multiestamentalidad, se diría en jerga universitaria.
Es esta una disputa política, qué duda cabe. Una en la cual se enfrentan quienes concentran poder y quienes quieren distribuirlo. El poder político pero también económico, mediático.
La tarea por la democratización de las comunicaciones es contracultural, al nivel de la educacional, política. No la única pero sí una fundamental. Es la que permite construir símbolos, paradigmas.
Como dijera Bernard Cohen en su teorización sobre la agenda setting, los medios no serán muy efectivos en decirnos qué pensar pero sí lo son, y tremendamente, en decirnos sobre qué hacerlo. Por cierto que no es interés de quienes tienen el control de los medios abrir un debate sobre la concentración en su terreno, por tal no es posible traspasar a ellos la tarea. Debe ser apropiada por los ciudadanos y ciudadanas que comprenden que la construcción de sentido es un trabajo colectivo. Un paso muy importante para cambiar los cimientos en que se levanta nuestra sociedad.
Fuente: http://www.eldivisadero.cl/redac-40182