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Columna de opinión: "En Memoria de José Maldavsky, un 'imprescindible'"

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Por Marcel Garcés
Escribo desde el dolor de la pérdida irreparable, del sentimiento de la soledad y la despedida, de la orfandad que deja la muerte, y la frustrante tristeza de no haber podido estar junto al ser querido en el momento de su partida y esa pretensión imposible, de haber hecho algo para evitar lo irrevocable.
Ha fallecido nuestro amigo José Maldavsky Kichinevsky, camarada clandestino y de militancias diversas, de aventuras y conversaciones de madrugada, colega de un periodismo comprometido con causas nobles, sueños y esperanzas en una patria y un mundo mejor.
Escribo por lo mismo desde la nostalgia y del recuerdo, que es una manera de sentirlo presente, de saberlo junto a nuestro transcurrir cotidiano y en las páginas de una historia que permanece y revive nuestras esperanzas comunes.
Surgido de la tradición de El Siglo fue un periodista, que unía profesionalidad, compromiso, espíritu de libertad, espíritu crítico, pasión a manos llenas, un corazón sensible y una firmeza en su carácter.
El Golpe de Estado militar derechista lo sorprendió en Francia, enviado por El Siglo  a las actividades del aniversario de L’Humanite, el diario del Partido Comunista de Francia.
Su viaje no fue de turismo, naturalmente. Cuando partió a Paris, Chile hervía y la caldera estaba a punto de estallar y su visita representaba una oportunidad para explicar lo que estaba sucediendo, y recibir la solidaridad que se expresaba con el gobierno de la Unidad Popular, del presidente Salvador Allende.
Producido el Golpe de Estado militar-derechista y desatada la barbarie, la misión de Pepe cambio dramáticamente de sentido. Rápidamente volvió a Buenos Aires, donde fue acogido por el que fuera jefe de la agencia informativa soviética “TASS”, (Agencia Telegráfica de la Unión Soviética”), Isidoro Gilbert, un hombre indispensable e infatigable en la solidaridad con Chile, por los hermanos  Alberto y Rodolfo Nadra y su amplia familia, y se vinculó a medios de prensa locales e internacionales que comenzaron a cumplir la tarea de mantener los nexos con Chile, la denuncia de los crímenes e informar al mundo de los primeros pasos de la resistencia. Pero sobre todo para preparar su reingreso al país, convertido en prisión, campo de concentración y de exterminio.
El supo de inmediato cual era su lugar: en Chile, junto a los patriotas que iniciaban la lucha antifascista, junto a las víctimas y sus compañeros periodistas que asumían las tareas de denuncia, de proclamar la libertad y la democracia, los derechos humanos, la justicia y el espíritu de lucha antidictatorial, la reorganización de las filas, tanto como las noticias del momento.
Ahí nos reencontramos y nos estrechamos de nuevo en un abrazo fuerte y sostenido, Aunque lo cierto es que mientras estuvo en Argentina, el contacto fue permanente, y casi sin palabras- por un misterio que  no supimos dilucidar, pero que a lo mejor era parte de un cariño fraterno, de una identidad profunda de sentimientos y sueños  más que alguna explicación sobrenatural- generamos una comunicación en una especie de clave, un intercambio que se prolongó hasta su regreso.
Aquí comenzó la historia clandestina de José Maldavsky, donde crecimos en un grupo que se fue configurando y consolidando con pasión, sacrificios, incertidumbres, penas y alegrías, pero sobre todo con la convicción de la necesidad y justeza de la lucha antidictatorial y del aporte que se podía hacer desde la prensa clandestina: Unidad Antifacista y luego El Siglo, además de la información hacia el exterior, a Escucha Chile, de Radio Moscú, Radio Berlín Internacional y otras.
Nuestra responsabilidad era procesar una flujo de información que provenía de miles de corresponsales, que reportaban desde los campos de concentración o los centros de tortura, de las poblaciones, o las organizaciones políticas y sociales que se recuperaban de los golpes represivos, de parroquias y poblaciones, de la calle tanto como de los recintos académicos, de las organizaciones partidistas, de la Resistencia antifascista, incluso desde el interior de las unidades militares y policiales, donde siempre hubo alguien, alguna fuente informativa.
Pepe Maldavsky era incansable y responsable en su trabajo. Y en el respeto a las normas de seguridad, lo que permitió mantener la estructura orgánica de ese equipo de prensa sin mayores sobresaltos durante años.
Finalmente la mano de la represión lo alcanzo tras arriesgarse a cubrir una manifestación pública en homenaje al Día Internacional de la Mujer en marzo del año  1980 estando cuatro días preso, y luego al ser detenido posteriormente junto al poeta y periodista Jorge Soza, acusados de “actividades clandestinas para difundir doctrinas totalitarias”.
Sufrió como miles de chilenos la tortura (dos meses en manos de la CNI, la policía represiva de Pinochet), la tortura, la prisión (otros seis meses en la Penitenciaría) y finalmente fue condenado a dos años de relegación- una forma de destierro interno- a Chanco, entonces provincia de Maule.
Maldavsky recordó esas circunstancias, en entrevista con Luis Alberto Mansilla, también recientemente fallecido, para la revista Araucaria de Chile (número  14, año  1981): ”Estoy muy lejos, por cierto, de predicar las virtudes de haber estado en la cárcel. Pero allí se aprenden muchas cosas que te ayudan, ya libre, a ser mejor, a apreciar mucho más la vida. Al final de cuentas, es una experiencia que te sirve, además, para confirmar muchos de nuestros valores esenciales”.
En febrero de 1981 se le expulsó del país, aplicándosele la pena de extrañamiento, viviendo su exilio en Paris, donde había residido años atrás.
José Maldavsky recuperó aliento y volvió a la carga: En Paris exploró el documentalismo, siempre motivado por los Derechos Humanos, la libertad y la democracia, la justicia.
Trabajando para Canal Plus, de Francia, se le vio en Palestina, para testimoniar una lucha por el derecho a una Patria y a la soberanía; en la Unión Soviética, en busca de respuestas;  en Chile, para registrar la lucha y los temas pendientes en Derechos Humanos; en la Patagonia argentina, para revelar los conceptos y la práctica sobre el derecho a la propiedad entre Benetton y las comunidades mapuches; en los Balcanes, para intentar una explicación a la barbarie.
También anduvo, junto a otros periodistas argentinos y chilenos, tras las  huellas sangrientas de la Operación Cóndor, la transnacional terrorista de las dictaduras del Cono Sur.
“Patagonia, los colores de la discordia”, documental de Maldavsky denuncia el conflicto territorial de los pueblos originarios con la multinacional, en tanto su otro documental, “Colonia Dignidad”, relata el rol del antiguo enclave  nazi en Chile, que sirvió de centro de torturas y de exterminio de chilenos bajo la dictadura de Pinochet.
Escribo también para decir que Chile ha perdido un ciudadano, que el periodismo ha perdido un profesional de excepción, que la democracia ha perdido un hombre comprometido con un ideal de justicia y libertad, y todos nosotros hemos perdido a un camarada, y un amigo total.

Fue uno de los “tenaces”, según la definición política y literaria de José Miguel Varas, y uno de los “imprescindibles”, como lo estampó Bertolt Brecht.

Sus hijos, Aliosha, Yuri y Nicolás, a quienes abrazamos en esta circunstancia y queremos, ya no podrán encontrarlo en los atardeceres familiares. Nuestro saludo especial también a Marilú, que fue su compañera de años y a todos sus familiares.

Pero no es solo de un dolor personal que quería hablar, aunque es verdad que la pena me embarga. Siento que la historia merece reconocer a quienes aportaron con su sacrificio, su capacidad y su pasión a construir un mundo, un país mejor.

Pero también es cierto y no es una protesta inútil contra la muerte, que Pepe seguirá estando en el recuerdo permanente, en el ejemplo de alegría de vivir y de tener algo que decir.

(fin)